Hemos escuchado que la vida Cristiana es un batalla contra el pecado, yo me atrevo a decir que nuestra guerra es contra nuestra propia carne, el mundo y Satanás. Viéndolo así, el pecado es el peor enemigo, porque la única manera de que Satanás nos pueda destruir es haciéndonos pecar.
Dios le puede dar permiso para molestarnos, como lo hizo con Job, o hasta matarnos, como lo hizo con los santos de Esmirna (Apocalipsis 2:10); pero Satanás no puede condenarnos ni robarnos la vida eterna. Pero sí puede hacernos daño y alejarnos de nuestro meta: Ser Santos a través de Cristo Jesús., y la manera en la que lo hace es incitarnos a pecar. Su trabajo principal es llamar, defender, promover, excitar y confirmar nuestra inclinación al pecado.
- Efesios 2:1-2: "En otro tiempo ustedes estaban muertos en sus transgresiones y pecados, en los cuales andaban conforme a los poderes de este mundo. Se conducían según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en la desobediencia."
Lo que quiere, pues, Satanás es agarrarnos en los momentos en que nuestra fe no esté firme, cuando esté vulnerable y es por esto que tiene sentido que lo que Satanás apunte a destruir sean nuestros medios para resistir sus iniciativas. Por eso Pedro dice: «resistidle firmes en la fe». Por esto también es que Pablo dice que «el escudo de la fe» puede «apagar todos los dardos encendidos del maligno» (Efesios 6:16). La forma de frustrar al diablo es fortaleciendo eso mismo que él más busca destruir: nuestra fe. Pero, ¿y cómo lo hacemos?
El Señor está santificando su iglesia y lo hace por medio de su palabra. Y nos está llamando a perseverar y resistir por medio del arrepentimiento, así que cuando le pongamos fin a nuestro pecado, recibiremos grandes recompensa. El Señor purifica nuestros corazones para amarlo más a Él.
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